lunes, 19 de julio de 2010

Borjamari y el antidisturbio: una historia de amor.

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Verano: dícese de esa época del año donde la gente viste peor (si cabe) que en invierno, trabaja menos (y se queja más) y gusta de joder al prójimo que intenta dormir a base de cañas interminables en terrazas bajo su balcón, botellones despiadados y festejos de pueblos a lo largo y ancho de nuestra geografía. Y claro, ponte tú a discutir quién tiene razón, como lo ocurrido en Torrelodones este fin de semana: que si barricadas y antidisturbios; que si menores detenidos con nunchakos (¡el ninjitsu se hace fuerte entre nuestros jóvenes! ¡Naruto y toda esa mierda nipona es la culpable!); que si cruce de acusaciones entre derecha e izquierda municipal... Un cuadrito flamenco, vaya. Lo mejor de todo es que yo estuve por allí y ni me enteré (cosas del alcohol y el aliño).

Lo mejor de todo este asuntito de las fiestas es que (increíble) no pasa en Villaverde Bajo, Alcorcón o sitios a priori "de baja alcurnia". No. Pasa en los pueblos más pijos y bien avenidos de Madrid (como ya sucedió el año pasado en Pozuelo). "Son cosas de chavales" dirán unos, mientras que otros arremeterán contra José Luis Rodríguez Zapatero y su "Gobierno del Terror". ¿Y sabéis por qué? Porque en esta piel de toro (o de pulpo, uno ya no sabe) nuestra es lo que mejor se nos da desde tiempos de Isabel La Católica: echar la culpa a los demás antes de buscar soluciones o ahondar en la realidad de los problemas. Total, ¿para qué? Nosotros lo que queremos es jarana, jaleo, vociferío y gente a la que linchar. Es algo que va en nuestro carácter acomplejado, rácano con nuestra autoestima y "typical spanish".

El caso es que las nobles gentes de este pueblito de la sierra madrileña se han quedado sin fiestas para el año que viene. ¿Que venían siendo una mierda año tras año? Da lo mismo, porque ahora tenemos una cabeza de turco. O varias, mejor me lo pones. Porque lo que aquí se vislumbra es la cuasi antagónica pero novedosa historia de amor que se está fraguando: Borjamari y el antidisturbio; el antidisturbio y Borjamari. Como salido de la comedia romántica más casposa, estamos asistiendo al nacimiento de algo muy bonito, nuevo y (¿por qué no?) español. Es cosa nuestra alimentarlo y que crezca o dejar que se quede en una fea anécota. Seguramente, al ser como somos, la próxima vez será en Majadahonda, Aravaca o Las Rozas. Porque el amor, si es verdadero y tiene ayudas, solamente puede florecer y fortalecerse. Así nos va.

DRRTYDSSC0

jueves, 15 de julio de 2010

Cambio de tercio.

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Hola otra vez a todos.

Bueno, pues esto no es más que un post-recordatorio de que existo, de que esto creo que de alguna manera tirará hacia adelante y de cómo voy a encararlo en el futuro. Porque a ver, lo que está claro es que este blog (no sé ni si puede considerarse así al tener cinco míseros posts) no lo siguen más que unos cuantos amigos y otros cuantos desconocidos a los que les parece interesante lo que digo cuando me pongo serio/profundo/introspectivo/depresivo. Las cosas como son.

He pensado mucho tiempo en acabar con él, en eliminarlo, en olvidarlo... Creía que sería como una especie de entrenamiento blogueril; algo así como "Mi primer blog", del que luego me acordaría con lagrimitas en los ojos y un poquitín de vergüenza al releer mis oscuras pataletas existenciales. Pero mira, conociéndome como me conozco, ni muerto me pongo a montarme otro desde 0, con otro nombre y aspecto: mucho curro para mí, que soy la quintaesencia de la vaguería. Así que, dado que no estoy llorando por las esquinas para parir joyitas de la tontería melancólica contemporánea, me dedicaré al campechanismo, a comentar mi vida de una manera más generalista, desenfadada y mundana. Metiéndome con todos vosotros sin piedad, eso sí. Unos lo agradecerán, otros lo echarán de menos, y a todos los demás les dará igual.

Sólo quería comentároslo a los que esto os interesaba un poquito. Así que, permanezcan atentos.

DRRTYDSSC0


viernes, 15 de enero de 2010

Cuando somos otros.

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Otro, tra.

(del latín alterum, acus. de alter).

1. adj. Dicho de una persona o de una cosa: Distinta de aquella de que se habla.

Pese a lo que pueda decir más de uno sobre si mismo, nunca somos la persona que afirmamos fehacientemente ser. No todo el tiempo, me refiero. Y esto es así precisamente por nuestra condición humana (esa que nos la juega día sí, día también a base de hormonazos y sentimientos), que tiene grabado a fuego el cambio a niveles atómicos. Por eso mismo, hay momentos en nuestra vida en los que, por distintas razones, nos convertimos en otras personas: actuamos, pensamos y lo vemos todos bajo una visión distorsionada de la misma realidad. Por supuesto, huelga decir que esa distorsión nace fruto del desequilibrio, puesto que intentamos moldear nuestro entorno como si fuese un muñeco de arcilla; todo ello a base de autoengaño, fantasía y delirio. Justo por eso afirmo que hay ciertos momentos en los que no somos nosotros. Somos otros.

Lo peor de todo este asunto de convertirte en un ser de realidad retorcida y actos obsesivos no es el daño que puedas causarte tú. ¡Qué va! Lo peor es la búsqueda exhaustiva y constante de aprobación por parte de lo demás; la necesidad cuasi adictiva de que, alguien con dos dedos de frente y de confianza te dé la razón y te apoye en tu gesta caballeresca. Buscas esos apoyos como un yonki, cambiando regular y convenientemente de paño de lágrimas, pues tampoco conviene abusar más de lo debido de los amigos. Y así, poco a poco, te vas dando cuenta (no todos, también es verdad: hay mucho adicto al victimismo) de que has sido poco menos que un gilipollas montado en un sinsentido, persiguiendo fantasmas y luchando contra molinos de viento sin armadura. Es en ese instante en el que lo empiezas a ver todo con perspectiva y vuelves a bajar al Mundo en el que vuelves a tomar las riendas de este robot de células, huesos, fluidos y chicha es tu cuerpo. Tu cabecita de chorlito parece restablecerse más o menos y comienzas a analizar tooodo el proceso con vergüenza y estupefacción. 'Yo no era ese' y demás monsergas auto justificantes empiezan a hacer su aparición en escena como disculpa. ¿Sabéis qué es lo mejor? Que cuando somos otros, en el fondo, somos nosotros más que nunca.

'He pasado por tu casa veinte veces,

y siempre voy al Amador, por si apareces.

Pero nunca vas...'

Qué Puedo Hacer de Los Planetas.


DiRRTYDiSSCo

Banda Sonora: Cuando somos otros



domingo, 13 de diciembre de 2009

A veces.

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Sucede que a veces las cosas cambian. Te levantas una mañana y notas que no todo está donde debía estar porque notas como se tambalea el suelo nada más saltar de la cama. Aparentemente, miras a tu alrededor y está en su sitio; no se mueven los cuadros y no hay temblor alguno. Pero en cuanto echas un vistazo dentro de ti, te das cuenta de que hay cosas que no están donde deberían e, incluso, que hay otras de pronto que no conocías. Y no te engañes: esto no es un paseo y, además, ni lo has pedido ni has firmado nada. Oiga, llévese esto de aquí, por favor. Lo sentimos: no se admiten devoluciones.

Lo jodido de los cambios (y por lo que la gente los detesta tanto) es que implican destrucción. Amigos, parejas, ciudades, hogares, comportamientos, principios... Cualquier cosas es susceptible de desaparecer para dejar paso a una nueva, y es donde vienen los problemas. Al bendito ser humano le cuesta mucho dejar atrás nada. Nos agarramos a todo como si fuera un salvavidas en alta mar; no somos capaces de soltar lastres. Lastres sí, porque llega un día en que te encuentras con lastres en tu vida, y el globo no deja de bajar hasta tocar el suelo y darte cuenta de que no eres feliz. Así de simple y así de complicado al mismo tiempo, pues no quedan más cojones que tomar uno de los dos caminos. No es culpa nuestra (del todo); ya sabéis que nos educan desde bien pequeñitos a entender la posesión y el apego como algo bueno y necesario y claro, así nos va. A veces no nos damos cuenta de que todo lo demás es relativo y que estamos aquí para crecer. Solamente a veces tenemos el valor de tirar para adelante e intentar deshacernos de todo aquello que empieza a estorbar y a tirar de nosotros hacia abajo. La lástima es esa: solamente algunos lo hacen. Y solamente a veces.


DiRRTYDiSSCo

Banda Sonora: A veces

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Nostalgia.

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Llevo ya un tiempo con una extraña sensación rondándome día sí y día también: de pronto no hago más que añorar. Añoro épocas, añoro personas y añoro sensaciones y sentimientos; el caso es extrañar algo y sentir esa sensación lamiéndome las heridas. Claro, cualquiera me dirá que así no se puede vivir porque, a diferencia de mucha gente que vive proyectando en el futuro, yo lo estoy haciendo al revés (para variar). Y justo hoy leo en un diario online malagueño una entrevista al escritor Juan Madrid en la que me suelta un derechazo que me deja sin habla: "Uno empieza a darse cuenta de la melancolía cuando también se da cuenta de que necesita memoria". Inmediatamente se han activado una serie de mecanismos en mi cabeza y en mi corazón que me han impulsado a enfrentarme a ello. Ya sé que muchos me dirán que soy un chaval, que anda que no me queda, etc. Y tienen mucha razón, que conste. Pero no hago más que ser consciente de que crezco, de que me hago mayor (y entendemos "mayor" como circunstancia en el tiempo y no como adjetivo calificativo referido a la madurez y senectud, ojo) y que, para más cojones, me doy cuenta de ello. Es decir, el quiz de la cuestión es ése: soy consciente de ello y no puedo hacer nada para remediarlo (de ahí la consabida nostalgia a la que aludo en el título). Creo que muchos coétaneos y compañeros de generación y aledaños no quieren darse cuenta de ello afectados como están por el tan traído y llevado síndrome de Peter Pan, y se comportan de una manera impensable para sus padres y abuelos. Yo por supuesto que también lo hago, pero mi putada personal es el ser un observador objetivo de ello. No digo que esté mal ni muchísimo menos, sino que yo tengo la sensación de que ya no debería estar haciendo según qué cosas y que estoy perdiendo mi tiempo, abandonándome a los brazos del hedonismo y haciendo de él mi leitmotiv, pero con la pesada sensación de un Pepito Grillo dándome paraguazos en la espinilla cada vez que me abandono a mí mismo.

Entonces llega un momento, como dice Madrid, en el que te percatas de que ya tienes un pasado, una trayectoria y la melancolía empieza a abrazarte. Todos sabemos que tiempos pasados siempre fueron mejores y que no vamos a volver a tener los dos patitos en nuestro DNI nunca jamás. Y jode, para qué negarlo. Jode porque a veces pensamos que qué estamos haciendo mal para que se tuerzan las cosas en un momento determinado y le damos mil vueltas a todo una y otra vez. Jode porque miramos para otro lado siempre en lugar de tirarnos a hacer lo que realmente debemos en lugar de lo que nos apetece porque es más fácil así. Jode porque no nos queremos dar cuenta de que crecemos porque Campanilla nos espera en el baño para ponerse esa última raya e irnos juntos a casa y no somos capaces de decirle que queremos dejar de verla. Y jode porque te estás haciendo mayor, maricón.


DiRRTYDiSSCo

Banda Sonora: Nostalgia

lunes, 16 de noviembre de 2009

Ghettos.

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Cómo nos gusta a las personas excluir, da igual lo que sea. ¿No os habéis fijado? Desde que somos tiernos infantes, tendemos a la exclusión y a la segregación. En la guardería, los niños y las niñas ya establecen barreras y ciertas reglas no escritas de cómo deben de ser las cosas. Más tarde, cuando crecemos, la situación sigue más o menos inalterable hasta que las hormonas y la (a veces odiosa) naturaleza empiezan a hacer su trabajo y nos empezamos a fijar l@s un@s en l@s otr@s, y todo empieza a enredarse.Para mal. Pero siempre, repito, siempre habrá condiciones y maneras de separarlo todo. De separarnos y alejarnos, porque debe ser que a los seres humanos de verdad no nos gusta exponernos al cien por cien en calidad de personas. No, solamente lo hacemos detrás de las máscaras y velos con los que nos manejamos a lo largo de gran parte de nuestra vida.

Y os estaréis preguntando que todo esto a qué viene. Pues resulta que todo esto es culpa de una mosquita que me lleva zumbando años en la cabeza y, claro, de alguna forma hay que matarla. Chicos y chicas, cuando nos hacemos mayores, también establecemos unas disgregaciones parecidas a las naturales. En el mundo heterosexual los chicos hablan de fútbol y las chicas de zapatos, y únicamente compartimos el wc cuando nos metemos una raya, ya sabéis. Es algo parecido a una guerra sin cuartel en la que el otro sexo es el enemigo a vencer y doblegar y, si hay oportunidad alguna, humillar y pisotear hasta la extenuación. Me diréis que estoy exagerando, pero en el fondo todos sabéis que esto es verdad. El amor torna en desamor; la angustia vira hacia la desesperación; el malestar se convierte en odio. Y así llevamos funcionando desde que dejamos de meter ramas en hormigueros para luego chupetearlas. Las barreras que se establecen son de género. Y esto es más fuerte incluso que un muro de hormigón y hierro, pues no se puede tirar tan fácilmente. Si a esto le sumamos el hecho de que, desde ciertos sectores (a priori considerados
progresistas o libertadores) se fomenta desde dentro más aún la disgregación genérica y sexual, apaga y vámonos. Ojo, y esto lo digo sin acritud ninguna y sin querer generalizar. Y entiendo que las chicas se quieran ir solamente con las chicas porque están hasta el coño de aguantar durante años ver como dos mandriles borrachos de pantalón chino cagao y camisa con lamparón de whisky se suban por las paredes viéndolas darse un beso. Las entiendo muchísimo más a ellas que a ellos, esos pussy haters ciclados de estéticas paramilitares y acauchutadas; de cabezas rapadas y bigotes poblados; de guante de látex blanco empapado en Crisco. A ellos, que solamente quieren ver pecho palomo, arnés, calzoncillo sudado y sobaca mora en sus clubs, no les comprendo tanto, fíjate. Para tomar café en el Diurno sí, mari, que somos súper amigas, pero para venirte al bar de cruising, no. Y ellas (y con más razón, como digo), tres cuartos de lo mismo. Poquito a poco, el ghetto va menguando más y más, y la barrerita en cuestión se hace más gruesa. Porque es más fácil generalizar desde la óptica propia y desechar al opuesto en lugar de intensificar el filtro y ser absolutamente imparcial. Y no será la primera vez que veo a una leatherona beneficiándose a una señorita presta a ello ni a una bollaca babeando detrás de cuanta teta o culo se le ponga delante, al más puro estilo macho ibérico.

El
Progresismo Militonto lo que está consiguiendo es crear más guettos dentro de los guettos ya existentes, en lugar de acabar con ellos. Y al ser estos cada vez más pequeños, caminamos hacia la barrera definitiva: el guetto unipersonal. Y lo bonito sería poder ir juntos al baño a ponernos esa raya, a mear, a cagar, a comernos los bajos sin importar más que la sonrisa que me has dedicado o lo interesante que es lo que me has estado contando acerca tus clases de fotografía. Y porque me gustan los zapatos de tacón, a ti el fútbol y a todos follar más que comer con los dedos, qué coño.

DiRRTYDiSSCo


Dedicado a una pared verde y a un gato que mira por la ventana.


Banda Sonora: Ghettos






jueves, 29 de octubre de 2009

Gafapastas.

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Escribir es más complicado de lo que parece, creedme. Ponerte delante de un documento en blanco y hacer que de tus deditos salga algo cohesionado, coherente y con estilo puede resultar un verdadero rompecabezas. Al menos así me pasa a mí que llevo escribiendo dos días, como el que dice. Y eso no significa que no sea un hombre leído ni carente de cultura. Al contrario. Pero el cerebro, como los músculos, hay que ejercitarlos o se pueden atrofiar. Y, claro, ahí radica la diferencia entre los geeks gafapasta de todo este asunto bloguero, twittero e internetero y yo: ellos me llevan años de ventaja en cuestiones literarias, culturales e intelectualoides. Es cierto, soy un gañán. Porque durante todos estos años no he ido ni una sola vez a la filmoteca ni he visto más películas de autor que Los amantes del Círculo Polar y alguna otra mierda finlandesa en V.O.S. cuyo nombre ni recuerdo (Esta última debido a mi ex compañero de piso, del cual me burlaba por ver mierdas de semejante calibre en lugar de estar trasteando por el Myspace. Qué tiempos). Porque no he leído en mucho tiempo nada que no sea un best seller, un cómic o un libro de género menor. Porque no me he dejado llevar ni en mis peores momentos por esa angustia vital y esa espiral de auto-destrucción emocional que hace que seas mejor, más sentido y con más derecho para sentirte diferente al mundo que el resto de la common people (y lo que es mejor: siendo el poseedor de La Verdad Absoluta).

Qué va. Yo voy a la zaga de estos superhéroes de la palabra cibernética y del
byte literario. Porque pese a haber leído mis cositas (mucho más que la media, os lo aseguro) y tener más cultura general que el españolito medio, me he dedicado todos estos años que van de la adolescencia a la edad adulta a vivir. Sí, sí: A VIVIR. Y, claro está, hace que mi estilo al escribir se vea resentido. Mientras otros estaban devorando novelas de Edgar Rice Burroughs y Charles Bukowski yo, garrulo de mí, estaba inmerso en la vorágine de la noche madrileña. Otros veían y admiraban las películas de Isabel Coixet mientras que un servidor se lanzaba a la lúbrica y sucia sensación del sexo con olor a tabaco, boca pastosa y sudor químico. Por esto, y por alguna cosa más, no escribo como debiera. No estaré a la altura de muchos, ni se me considerará un blogger de verdad. Intentaré redimirme poquito a poco e irme convirtiendo en un ratoncito presto a recuperar el tiempo perdido tan inútilmente. Ya no voy a vivir más que para ser mejor que el resto.


DiRRTYDiSSCo

Banda Sonora:
Gafapastas